Esperé sentado la persuasión de mi mismo
esa vez que en otro lado, sin verme, austero,
las espaldas transmitieron el fulgor iracundo
de la sangre fría con poco amor transitado,
esa vez que sentí el ardor ajeno entrañable
el anverso de un pañuelo en un día que me centra allí...
en el frente del clamor, de la risa trémula que busca
un precio, infatigable como el propio mal
¿Quién soy estando asi?
Sólo pierdo el norte y cambio la savia por visiones errantes
pero arraigadas al sujeto, como cuando uno deja de creerse
que está perdido sólo porque algo encontró en si lugar
desde sus redes, desde la intención de suplicio
que aunque sin cabeza surge la quietud malhechora
la raíz propia de este envión embustero, cree su...
grandeza simple llamándola común
y se sujeta al hombre desde un mandato
diciéndole qué debe hacer.
No permitir el abandono al deseo cómodo
no fatigar las ansias imperdonables con cantos...
suntuosos que dicten solo al unísono y que por eso
opaquen un fulgor que aunque ingenuo no deja de ser sensato
Aunque irreversible, si esta se anestesia, obnubilada,
a medias castrar, la razón importa un bledo porque
lo que uno dijo en el pasado se apoya en el presente
el cual lejos de la intención sólo captó para dar la razón
a voces de aire, a entes reguladores de una paz que sólo
intenta mover en la quietud como el que está a la mar
y no es consciente como el que en la costa ve
la rebelión cortante, constante que nos amotina
pero sin saber nosotros nuestra condición de presos...
deplorables
damos consejos que son espejados.
Qué cargada esta poesía Olenín, es difícil seguirte el paso, lo intentearé con más fuerza!
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